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La pintura aural

(El) dibujo que de accidente se convierte en pintura… Esta es la convergencia hallada, traída a la superficie de una historia que luego de recontar –releer- rectifico (valga el formalismo) sobre una mariposa pintada, una mancha fijada sin remedio, mi primer recuerdo de un ejercicio “de artista” (entendido como el momento de ser visto como tal, cuando se ejerce esa “extimidad” del obrar para- y frente a otro y presumiblemente ser reconocido como-). Ahora recuerdo que no pasó de la manera en que lo escribí, no estaba yo en principio pintando ninguna mariposa, y la imagen tiene esa luz que me da a entender primero, que es como un sueño (febril y de la infancia) y segundo que el papel estaba aún vacío o la luz era lo que acaparaba toda mi real atención. “La luz es como el agua” titula García Márquez uno de sus cuentos peregrinos, y creo que es cierto; debe ser por eso que es lo que la reemplaza en todas las cosas que pienso y hago, a tal punto que a veces su efecto es suficiente para que una superficie quede completada, sin hacer más, de pronto es entender esa profundidad/ vacío abismal puramente como superficie; y ese carácter equívoco o transmutador que asume en el recuerdo y la ensoñación es todo lo que queda de ese soporte en que intentaba pintar un algo invisible, indefinido, antes de que pasara aquella niña espectral y, en este orden y no el anterior, se volcara la tinta y entonces me enfrentara con el accidente al tiempo que el ya propiamente reconocido oficio del artista: “representar”. De ahí salió la mariposa, un dibujo que por los gordos trazos obligados terminó siendo pintura.

Registro de Procedimientos.
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